Registro de Viajes por Argentina

 La Rioja

Estoy trabajando aquí, en Alto Jagüe, LaRioja, donde hay una única calle de tierra por la que voy y vengo y rara vez me cruzo con alguien, que me saluda amablemente, ya saben que estoy, entre los habitantes, que no llegan a 200, se reconocen por las pisadas en el camino. A veces es también la cuenca de un río. Aquí se experimenta un máximo refinamiento en la experiencia de existir: me despiertan los gallos, el aire es fresco y dulce, se siente el rumor del agua de las acequias, toda la comida es orgánica, cocinada en horno de barro y deliciosa. En el horizonte está la cordillera, algunas cumbres lucen nieves eternas. Las paredes de las casas de adobe pintadas a la cal, delicadamente deslucidas con esos colores que dan los minerales de la zona: ocre, verde óxido de cobre, rojo óxido de hierro, azufre… Cuando he salido a caminar de noche, la primera vez, entendí que mi condición de gente de ciudad, me aleja tanto de la naturaleza que había perdido o simplemente desconocía vivenciar un sentimiento muy primitivo: Sentir temor del cielo, tan negro y sus luces enormes y abrumadoras, por presentarse obscenamente estrellado o por los relámpagos que iluminan las cumbres en las tormentas. Sentir temor del cielo como los Diaguitas, los Araucanos, los Incas, los cristianos, los judíos, los musulmanes… como los humanos.